jueves, octubre 18, 2007

MARRUECOS




“Si no conoces mi nombre, ni pruebas mis labios
no puedes darte el lujo de olvidarme “
A. Dolina “Crónicas del ángel Gris”.


El destino y solo el destino quiso con su caprichosa mano que ambos se encontraran. No hubo un acuerdo común, nadie lo planificó puesto que ellos no pensaban encontrarse.
Ella era bella sí, como brisa de verano a veces fresca a veces abrazante. Pálida de cabellos oscuros como la noche y ojos mansos como los campos de Eire, pero de carácter firme y apasionado como lo es el mar del Norte, bravo e impetuoso. Su belleza hería como el sol, daba la seguridad de la espada y al mismo tiempo cortaba

con su filo tajante. Todos sabemos que no podemos ver el sol fijamente durante mucho tiempo ya que perderíamos la capacidad de ver, tal es su grandeza.
La historia se desarrolla dentro de un tiempo y un espacio determinado en 1890 en la Inglaterra Victoriana, y como dije antes, tiene dos protagonistas: Gwyniver, y Scott.
Él era escritor con aires de periodista, todavía contaba con las reminiscencias de los románticos de antaño, ella era costurera, además de vender flores en la plaza principal del condado de Kerry.
Situado en Irlanda del Sur, comienza la historia que voy a relatarles.
Como sabemos bien, toda historia tiene un espacio físico para desenvolverse.
Consta de tres: El condado de Kerry, (donde Gwyniver vivía), La península de Dublín y Belfast. Hay un cuarto escenario, pero todavía no es conveniente hacer mención de él.
Como decíamos anteriormente, Gwyniver, vendía violetas y su padre, Ludwing proveniente de Frankfurt era pescador; todos los días se enfrentaba al mar para gritar el nombre de su amada Ligeia al viento, a las olas, a ese mismo mar que años atrás sé la había arrebatado.
Scott provenía de una familia muy bien posicionada de Inglaterra, mas precisamente de Salisbury, pero el devenir de la misma, lo obligó a vivir en Dublín. Jamás olvido a su amada Inglaterra.
Irlanda o la tierra de Eire, le abrió las puertas de par en par, ofreciéndoles costas bañadas por el tempestuoso mar y colinas siempre verdes, llenas de pequeñas flores azules. Como todos los ciudadanos británicos amaba a su país y a la vez lo añoraba. Claro, también tenia sus deberes para con el.

Imposible de imaginar que él, un muchacho de ojos vivaces, de cabellos rojizos soñara con un país que amaba, si pero que desconocía. El soñaba con Byron y con Poe, con Conan Doyle, y Stevenson. Con Verne y sus destinos gloriosos empedrados con climas y culturas diferentes.
Era un hombre con metas, de valor claro, intentaba serlo porque a los dieciséis años mucho valor no le cabía en el cuerpo.
Una tarde húmeda, en la plaza del pueblo, Gwyniver instaló su humilde puesto de flores. Saco una gama de flores amarillas, violetas y unos pequeños claveles. Estaba entusiasmada porque había conseguido vender un racimo de glicinas y poseía algo de éxito. Pero la suerte dio un giro inesperado y no entregó nada más. Él buscaba un lugar donde leer tranquilo su Tonel de Amontillado.
Copyright Virianna Dusklight ©-Derechos Reservados. ®

No hay comentarios.: